A la mayoría, no nos dejaron expresar nuestras emociones de niños, nos decían cosas como:
- No llores, eso es de niños pequeños, lloras, luego eres débil, no deben verte llorar;
- No està bien enfadarse y sentir rabia, no muestres eso en público;
- Si te ofrecen algo di que no.
- No hagas esto que puedes caerte, pues ¿porqué no? me caígo, quiero y debo sentir miedo, porque si no nunca seré capaz de enfrentarme a mis miedos, porque si caígo cojo impulso y me levanto con más fuerza.
En ocasiones sobreprotegidos y también limitados. Incluso muchas veces sin poder llamar a las cosas por su nombre.
Y lo mejor de todo, buscando la felicidad incansablemente, pensando que la felicidad una vez se consigue es eterna y dura siempre. Hasta que al final descubres que la felicidad sí, existe, pero eres feliz en determinados momentos de tu vida, de tu día a día, no eternamente. Al principio cuesta asumirlo, pero al final aprendes a disfrutar de esos momentos y cuando llegan los malos, que también forman parte de la vida, te sientes mejor y con más fuerza y lloras cuando tienes ganas de llorar y aunque estes triste te ríes, porque a pesar de las desgracias, dentro de ti existe esa felicidad tan buscada, que aunque a veces tarde, siempre llega.
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