Que difícil es parar, que complicado, algo que parece tan sencillo es a veces imposible.
Recuerdo cuando trabajaba en Barcelona y cada mañana cogía el metro, a veces me sorprendía diciéndome a mi misma: ¿por qué corres, vas bien de tiempo?; que porqué corría, porque todo el mundo a mi alrededor lo hacía.
Nunca he sido muy puntual, defecto que intento corregir pero por más que lo intento no consigo hacerlo, incluso en ocasiones me espero al último momento para salir de casa, como si algo dentro de mi me dijera, venga que así ahora corremos... Estoy segura de que muchos/as os sentís identificados y que muchos/as habéis intentado corregirlo en alguna que otra ocasión.
A veces corremos para no pensar, a veces corremos para no ver, o simplemente porque nos gusta esa sensación, porque así nos sentimos vivos/as.
Un pequeño y a la vez gran consejo: párate de vez en cuando, respira, piensa en como te sientes, piensa en como está tu cuerpo, que se mueve por dentro. Si lo haces puedes llegar a descubrir tantas cosas, lo primero y más evidente, por ejemplo, el color de las flores del parque por el que pasas todas las mañanas.
Otro ejemplo más de que nos perdemos detalles, y igual que detalles nos perdemos momentos.
Todo esto me recuerda a un capítulo del Alquimista (Paulo Coelho), libro que me regalaron en el momento preciso, cosas que sin saber cómo ni porqué, pasan a veces y son perfectas. Pues bien, en el capítulo se habla de la importancia de observar las maravillas del mundo, sin olvidar lo esencial, pero por supuesto disfrutar de todo lo que nos rodea. Sin duda, otro más de los secretos de la felicidad!
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