Estos días me han explicado algo que jamás me hubiera imaginado y es que las personas tenemos una gran capacidad para ocultar nuestra realidad.
Por eso, tras años de experiencia y de trabajar con personas, no dejo de sorprenderme, porque somos sorprendentes, para lo bueno y para lo malo, porque tenemos un gran poder sobre nosotros y sobre los que nos rodean, pero mejor utilizarlo bien, en beneficio de los demás, en definitiva en el nuestro propio.
Cuantas verdades se ocultan detrás de nuestras puertas, realidades que a veces entristecen, que en ocasiones nos hacen felices. Alegres o tristes hay que seguir, hay que reír, hay que llorar, dejar que fluyan las emociones y los pensamientos, porque eso es sano. Es sano sentir la alegría, sano sentir la pena. Preocuparte por los demás y ofrecerles tu ayuda es totalmente lógico, almenos esa es mi opinión y es lo que me enseñaron y me alegro de que así lo hicieran.
Hay personas que no tienen empatía, que no son capaces de ponerse en la piel de los demás, pero mi experiencia me ha demostrado que la mayoría sí lo hacen, que a pesar de que vivimos en una sociedad consumista, aunque cada vez menos por las circunstancias, y con tendencia egoísta, me doy cuenta de que todavía muchos/as siguen conservando ese tipo de valores, respeto, ayuda...
Me alegro de cruzarme con personas así.
No dejes que los problemas de los demás te impregnen, pero ofréceles tu ayuda si realmente lo deseas, sin esperar nada a cambio, desinteresadamente.
Después de esto me vuelvo a dar cuenta de que la vida es una sorpresa constante y que así siga, porque sin sorpresa no hay emoción y las emociones son el motor de nuestras vidas.
¡No dejes de sorprenderte, ilusiónate y descubre cada día algo nuevo!
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